Todos estudiamos sobre el Síndrome de Down en clases en el colegio, nos memorizamos una serie de características de esta llamada condición y hasta ahí todo lo que sabemos o pensamos que debíamos saber.
Pero entonces un día, que debo decir ha sido de los más especiales para mí, nace tu hermana bebé (sí, ella siempre va a ser bebé aunque no le guste) y las cosas empiezan a cambiar.
Don’t get me wrong, tener una hermana a los 17 años te cambia la vida, con o sin Síndrome de Down porque lo cierto es que aunque tengo otra hermana a la que adoro con el alma, la relación es totalmente distinta, especialmente si la bebé no vive contigo.
Mmmm sí, mi hermana es un poco achinada, pero de resto, a mis ojos era simplemente perfecta e igual a mi.
Pues bien, de vuelta a la historia del Síndrome de Down, la nuestra es un poco rara y me voy a permitir contarla desde mi perspectiva que seguramente tiene poco que ver con la de mi papá y mi madrastra pero en fin, nosotros nos enteramos de esto tres meses después de que naciera la bebé y creo que en el momento no significó nada para mi.
Como cada vez que no entendemos algo, decidí consultarle a Google y como cada vez que consultas algo relacionado con medicina, la conclusión era que mi hermana viviría poco, tendría problemas de la vista, del corazón, del sistema pulmonar y pare usted de contar.
Cuántas cosas para una bebe y una aún niña de 17 años, pero ya entonces sí entendí una cosa: mi hermana era mía y necesitaba de las mismas cosas que cualquier niña de su edad: amor familiar, dedicación y tiempo.
Yo estoy segura de que mi hermana va a ser capaz de lograr todo lo que se proponga, porque tiene una chispa especial y sobre todo porque tiene una familia amorosa y una mamá valiente dispuesta a lograrlo todo con ella.
Podría contar muchas cosas más. Han pasado ya casi 12 años desde ese día en que un pequeño rayo de luz llegó a mi vida. Mi hermana vino para enseñarme muchas cosas, pero principalmente a ser feliz porque siempre, siempre tendremos motivos para sonreír.
Me enseña a ser más fuerte porque no hay reto pequeño para ella; tal vez hacer las tareas porque eso sí que no le gusta. Nos enseña a ser pacientes y perseverantes y sobre todo a ser mejores personas.
Desde hace mucho tiempo me di cuenta de que era la hermana mayor de una niña especial que me miraba y buscaba a alguien a quien imitar, y entonces supe que para ella tenía que ser la mejor versión posible de mí, para que siempre encontrara en mí un espejo en el que mirarse.
Hoy es el día del Síndrome de Down, de esas personitas que tienen un cromosoma extra en el par 21 y por eso, aunque no necesito motivos, celebro a mi niña bonita, a la dueña de mi corazón y a la que extraño cada día que pasa.
Las diferencias nos hacen más fuertes, más completos y más humanos.
¡Feliz día a la Elsa de nuestra Ana!
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